Cuerpo mío, perdón 

Cuerpo mío, perdón 

By Keyla Limones

 

Hola a todos,

Les pido perdón y comprensión.

Y tal vez,

Un poco más, qué sé yo?

 

Tú, que me ayudas a ver el verde del pasto bajo el sol

Y los días llenos de nubes grises,

La cara arrugada de mi mamá

Y la luna que nunca se deja atrapar.

Querida mía,

Nosotros, tus ojos, los que ven el mundo,

Lo hermoso y lo doloroso.

Desde el verde del pasto,

Hasta las arrugas de tu madre.

Es porque en cada mirada

Está el reflejo de tu alma.

Te damos la vista,

Y con ella la capacidad

De vivir plenamente,

De entender todo lo que eres.


Con claridad,

Tus Ojos.

Y a ti,

Que me das la oportunidad de entrar a un mundo nuevo,

Con el sonido de tambores y bajo rumberos,

Pero también el chisme caliente de los neighbors,

Perseguido por el miedo al no tenerte y perderte.

Mi amada, mente,

No me pidas perdón por escuchar,

Por oír tus miedos y tus alegrías.

He sido testigo de cada palabra,

De cada susurro y grito.

Te he escuchado cuando dudas,

Y te he escuchado reír.

El sonido de los tambores,

El chisme caliente de los vecinos,

Todo es parte de ti.

Así que no temas al perderme,

Que yo soy tu memoria sonora,

Y yo te doy la capacidad de escuchar

Tu propio ritmo.

Con atención,

Tus Oídos.

Sé que no siempre reconozco las partes

Que me hacen orgullosa.

El coraje y la valentía surgen

Porque tengo ovarios bien puestos.

Querida hija,

No necesitas disculparte,

Porque soy tu fuerza, tu valentía,

Soy lo que te empuja a seguir,

A ser más, a ser sin miedo, feliz.

A veces el dolor te consume

Y te olvidas de mí,

Pero no olvides que soy el fuego

Que no se paga.

No te detengas, que yo te sostengo

Con todo lo que somos.

 

Con orgullo,

Tus Ovarios.

Y dos montañas en el pecho,

Raíces de mi cuerpo, mi herencia.

A veces las amo, complemento de mi reflejo,

Otras las maldigo, deseando su ausencia.

Pero son mías, sin permiso ni reclamación.

Hola,

¿De verdad quieres pedirnos perdón?

Nunca pidas perdón por lo que somos.

Aquí estamos, firmes,

En cada respiración que tomas,

En cada desafío que enfrentas.

Las montañas que ves son parte de ti,

Son tu poder, tu identidad.

No somos un regalo ni un problema,

Somos tu historia, tu alma.

Así que, mi querida,

No aceptamos tus disculpas,

Solo reconócenos.

Y el mundo sabrá

Que somos tuyas.

 

Con despecho,

Tu Pecho.

Y tú, que lates sin permiso, sin perdón,

Te aceleras con risas y te aprietas en dolor.

Me recuerdas que sigo, que siento y que soy,

Aunque a veces te quiera callar, temiendo mi propia voz.

Querida yo,

No me pidas perdón, mija,

Aunque me ignores a veces,

Yo siempre estoy aquí, latiendo por ti.

Cada golpe es un recordatorio,

De qué sigues, de qué vives,

Y cuando me acelere con tus risas,

Te juro que es mi manera de decirte

Que sigas amando a la vida,

Con todo lo que eres.

No me calles, no me escondas,

Solo siente.

 

Con todo mi amor,

Tu Corazón.

Y de verdad, creo que te debo una disculpa.

Por no aceptarte y querer cambiarte,

Del color del oro, pero solo así

Pude encontrarme a mí.

Querida, ¿estás bien?

No me pidas perdón por ser lo que soy,

Por crecer como crezco,

Por ser rizado, lacio, corto o largo,

Yo soy parte de tu identidad encontrada,

Como cada hebra de tu ser.

A veces me maldices,

A veces me adornas,

Pero siempre soy tuyo,

Como tu voz, tu poder. 

Así que no te disculpes,

Que yo te llevo en cada mecha,

Como un recordatorio de que somos completas.

 

Con aprecio,

Tu Cabello.

Esto no es ni un justificante

Ni algo determinante.

Es nada más y menos

Que mi confesión de amor y respeto.

 

Espero y tengan paciencia conmigo. 

Su humilde servidor,

Con amor y aprecio,

La mente, en conversación.